Todo empezó en un billete sin vuelta a Nepal en el 2017, yo y mi mochila en mano impartía el viaje que cambió mi vida. Fué una experiencia el estar sola en un mundo tan pobre (económicamente) y tan rico en cultura, amor, personas, comida, paisajes… en una palabra Paraíso. 

Vivir la cultura desde sus raíces, desde dentro, en casas de acogida regentadas por gente local, hizo que naturalmente el yoga llegara a mi vida sin saberlo. Ayudar por amor sin nada a cambio y ver sonrisas de oreja a oreja me llenaban el alma para seguir en el camino que ahora pondría nombre como Karma yoga.  

Tomé un reto personal, caminar a los pies de los Himalayas, sola, sin ningún tipo de guía, a la aventura y  que el poder del silencio despertara emociones, sensaciones que vinieran de mi instinto e interior. El estar conectada con la naturaleza, caminar descalza, sin maleta, sin nada, a lo más simple, despertó un sentimiento de pura felicidad, no tenia “nada” y lo tenia TODO.  

Cogía un local bus, (locura) para viajar a la India, dónde estuve 5 meses estudiando Yoga. Una oportunidad para vivir el yoga desde sus orígenes. La manera de vivir, comer, hacer… es a un ritmo lento, calmado, tu escoges tu ritmo y así lo hice. Practicaba todos los días yoga en diferentes centros, maestros, personas que llegaban a mi vida a dejar la sabiduría.

Me formé con mi maestro y gracias a ello y después de 4 años practicando, puedo decir que me dedico a ser yo, a elegir mi vida que quiero tomar, y a compartir mi pasión con vosotros. 

Somos transformación y este camino es infinito.